miércoles, 19 de noviembre de 2014

Piratería: La (vieja) gran enemiga (Parte 2)

Raúl Gracía
(@raulitorulix)

Si en el anterior post hablaba del carácter histórico de la piratería, algo que incluso puede ser parte de las escenas cotidianas de pasado y presente, hoy me centraré en una visión crítica sobre este problema. Ante todo, quiero recalcar, esta es mi opinión, de Raúl García, y no la del programa Vaya Par o de cualquiera de sus directores o colaboradores.

¿Hay que acabar con la piratería? ¿Puede ser un enemigo demasiado poderoso como para gastar recursos contra él? Yo propongo una visión que es extraña en la web, donde sólo hay blanco o negro, donde o hay que acabar con ella o debemos hacer que la cultura sea libre.

Luchar contra la piratería es una acción infértil, yerma, sin final. Millones y millones de euros son invertidos con el fin de evitar la copia del disco, el cierre de páginas pirata y concienciación de masas, mientras que la copia o reproducción pública es un proceso fácil y prácticamente gratuito. Yo aseguro que todos estos esfuerzos (en ocasiones, tan hercúleos como ridículos) son en vano.

Yo abogo por la cultura de mínimos. Debe incluirse en nuestra visión del Estado de Bienestar, porque a todo país le conviene una población culta, como le conviene una población educada, sana, y con un futuro mínimamente asegurado. Y esto se traduce, en la práctica, en una lucha contra precios pactados y desorbitantes, en las que, el artista –e, incluso, la compañía discográfica- salen siempre perdiendo en detrimento del distribuidor. No hay ejemplos en la industria musical, pero ¿por qué se llenan las salas cuando la entrada de cine se reduce a algo más de la mitad? ¿Por qué la venta digital de videojuegos en plataformas como Steam o gog.com crecen gracias a los precios populares? Aprovechan un sector del mercado todavía indefinido y sin pulir, al que podríamos denominar como “cultura barata” o asequible. Un sector muy amplio, donde, ya lo he citado, hay industrias que han sido más rápidas e innovadoras (si bien todavía pueden desarrollarse de manera más acentuada). ¿Por qué la industria musical, y en especial la española no da ese paso?

Hablar de la industria musical, sin entrar en criticismos absurdos, es entrar en un debate rígido, en el que una de las dos partes no evoluciona en su punto de vista. La piratería hace daño al artista, lo sabemos en mayor o menor medida todos, pero ¿qué solución han encontrado? Es este, como en todos los temas, puede ser muy conveniente tener a un enemigo lejano, intangible, al que echar la culpa y lavarse las manos. Es el Artur Mas de Rajoy, o los terroristas de Estados Unidos. A lo mejor deberían hacer un ejercicio de autocrítica, cambiar de estrategia, si es verdad que quieren acabar con ello.

Donde tenemos que poner el tope, siempre, es en el momento en el que alguien consigue beneficio compartiendo música. Muchas de las webs piratas abogan utilizar la publicidad como medio para mantener el sitio abierto, pero un porcentaje nada despreciable de los “seeders” (personas que se dedican a compartir música, cine, televisión y videojuegos, consiguiendo dinero gracias a los ads) viven de esto.

Pese a todo esto tenemos que concienciarnos como sociedad. Pocas cosas son gratuitas, y hay personas detrás de cada canción que oímos de forma ilegal. Muchos pueden escudarse en los precios abusivos con gran parte de razón, pero, siempre que sea posible, debemos comprar la música. Obviamente hay muchas necesidades que debemos suplir antes que ésta, en la que nos encontramos una manera gratuita (e ilegal) de suplirla. Yo no puedo pedir que se prive a una persona que apenas puede pagar la luz de su casa que no compre un disco en el top manta, o que escuche una canción descargada, porque sólo la idea rezuma inhumanidad.